domingo, 5 de septiembre de 2010

Poesía argentina

Para continuar por ese paseo poético de nuestra América ,  unmuestra de otros dos artistas argentinos.


María Cristina Bosch


La puerta

En algún lugar del mundo está la Puerta,
aquélla que no abriste,
aquélla que persiste entrecerrada
a través de tu destino,
como lápida inclemente y asesina.
No te acerques con tu ofrenda inconclusa
a esta Puerta –que es de plomo-
no es pregunta ni respuesta
de las puertas que elegiste no pasar.




Entre el espejo

Entre el espejo y su reflejo
mi imagen agoniza
en realidades.
Entre el cristal impenetrable
y el espacio
mi yo que se mueve sin soltura.
Entre esa superficie silenciosa
del ébano y del metal,
ese yo que mira siendo observado.
Elementales sueños
de rigores absolutos:
-hálitos de un ser que ya no es nada.




Catabasis


Recoger la ceniza
de los otros ideales.
Desandar el camino,
anudarse el destino.
Perseguir nuestro fin
a pesar del martirio.
socavando el olvido
deshollando recuerdos
y quieta...
escamada de frío,
recoger el vacío
arrancarse ya el brillo
y extenuada
perderse en abismos.




KHARIS
(don de Dios)


Dios recibe de una ínfima persona
el mismo don que adjudicó a ese mortal.


El Espíritu sopla –el Dios lo afirma-
donde yo pongo mi luz y mi señal.


La musa otorga y renace en ese ser
para cantarlo a Dios y creer
que el don es suyo.


Nada es cierto en la vida terrenal.
Lo eterno de Dios; la escoria, nuestra.


Pasión de un día

Un día seré tuya, un día, es cierto.
Ni lo sé ni me quejo en demasía;
tan segura de tenerte estoy en vida
que ni gimo ni busco ni te acecho.


Mi alma y mi pupila se estremecen
de esperarte hacia la tarde, al mediodía.
Un día seré tuya, un solo día
y rugirá mi ser en agonía.




Después

No sé qué pasará
con tu ternura
y mis ansias de amarte,
todo el tiempo.
No sé qué pasará
con tus caricias
y los besos
y el silencio
y nuestra risa.
No sé qué pasará
con el primer instante
de tu ausencia
ni con todo este caudal
de gran angustia
que gemirá tu nombre
en el desierto.
No sé qué pasará
la noche
la tarde
el día que te vayas
y no lo advierta.




Si es verdad


Si es verdad que
el concepto es arquetipo del objeto
en las letras de tu nombre esta mi vida
y en el amor, el sentido de mi nombre.



Esto es poesía

El olor del jazmín, la santa rita,
el ululante gemido del molino,
el zángano zumbón, el viento frío,
el silencio de un pájaro abatido.
El misterio de la vida renovada
en el fruto y en el grano tardío;
la madreselva y los aljibes mudos:


Esto es síntesis de amor. Esto es poesía.



Critica social


Nadie vio su belleza
hasta que lo abatieron.
El temporal fue brusco,
aborrecible a la mirada del vulgo.
Quiso levantarse y
no pudo.
Lo dejaron yerto –frente al sol-
desnudo.



El beso


Mi boca sigue besando;
besa entre reja y reja,
besarán mis labios muertos
seguirán besando la tierra


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Eduardo Dalter


De Estos vientos
Buenos Aires, 1984


Nadie estuvo en sus ropas, en su patria, en sus raíces.
Un silencio de lobo avanzó y corcoveó por estas calles.
El terror derribó puertas y espió por las mirillas.
Una conmoción de muerte, de la puerta para afuera
y de los ojos para adentro, nos exilió del otro
y fuimos gente sola, de mirada huidiza, en los rincones
como las hojas tristes que los vientos amontonan.



De Silbos
Buenos Aires, 1985-1986


Faltan las palabras,
o sobran otras veces.


Los hechos las deciden
necesarias o las ahogan.


Las abren y evidencian,
y las golpean día a día.



Están bajo juicio sumarísimo.




Hemos practicado, además
de la desmemoria, el hastío


y la atroz mueca de cruzar
cada vez con una arruga,


y hemos puesto, o deseado
poner, nuestros nombres,


y vuelto con una sequía
chorreando en cada ojo.



De Hojas de sábila
Buenos Aires, 1987-1992


Seguramente haya otro lugar
más allá de este pozo
y de este horizonte seco
y quebradizo. Un lugar
para sentirse más palpable
y que hay que edificar aquí.




DEFENSA DE LA POESÍA
Palabras con mi hijo


Porque, aunque no lo creas
−plano más concreto−,
la luz de las estrellas
también vuela

y, además, el horizonte
es una línea tan cambiante
de acuerdo a cómo vires
el rumbo de tus pasos.

De esta arboleda
tomá tu color
o tu desdicha; y tomá
tu mar, tu vaso...
Todo suena, pareciera,
a nueces secas. Pero
también suena un río
grandioso
que aún no escuchas.


A mis zapatos remendados
yo los quiero;
mis zapatos con cartón debajo
y nylon debajo
para que no entre el agua
de la lluvia
ni el agua de cuando baldean
las veredas.
Mis zapatos húmedos y tibios
de mí y con polvo de camino,
mi camino.
Descansando ahora, debajo
del mueble
−pueden verlos−,
y mirando gozosos cómo escribo
reclinado en la cama todo
esto
y cómo abracé hace un momento
al Caribe hondo y voraz
de Aimé Césaire y Saint-John
Perse.
Zapatos, zapatos excedidos
de mí
hasta deformarse, cuartearse
y agujerearse.
Pero listos y hermanos
y comprendiendo, pareciera,
cuál es la estrella fugaz
y cuál es ésta. Y vamos,
yo adentro de ellos
en la parte que les toca.
Denostados, sin embargo,
torpemente,
por una mujer, ciega mujer,
abandonada mujer, sola mujer.
Dejadme cruzar la calle,
poesía,
poesía de los salones,
las rondas, los concilios,
que vengo de galope yo
con mis zapatos!


Después del poema
el poema debe seguir y seguir
hasta el poema.
Mas si el poema no sigue
después del poema,
el poeta o bien flaquea
o bien es de papel
o bien de tinta.
No le creas al poeta
al que después del poema
se le concluye el poema.
No le creas
o bien creé,
en el mejor de los casos,
que flaquea
o que su ser tiene
interferencias,
mutilaciones, o huesos
indecisos
−sea Neruda o sea Thomas
Eliot−.
Después, después del poema
el poema debe seguir y seguir
hasta el poema.



De Mareas
Buenos Aires, 1993-1995


VIEJA POSTAL VENEZOLANA


En la orilla abrupta duerme
de honda mar un tiburón
con una herida corta
y abierta en U como su boca
triste, triste
bajo el blanco sol
y entre algas abundantes
y una botella rota de cerveza.


Un poema es una piedra
y dos de esas piedras
no son
sino el comienzo
o parte de un camino.
Un poema es una piedra
que bien puede
en la niebla
marcar rumbo.
Un poema en la noche
brilla
con luz propia.


De Las costas del golfo
Buenos Aires, 1994-1995


Viento, háblanos del mar
que hoy estamos algo así
como aburridos, como tristes.
Afuera, ves, llueve,
llueve con ganas
y contigo. Háblanos
también de las costas
de Chacachacare y de Macuro
mientras tomamos el café
y miramos la ventana.


Háblanos


así, del oleaje
torrentoso dando en los cargueros
que se inclinan
en las Bocas,
que hoy estamos desolados
y deseosos de tu magia.




De N.Y. Postales para enviar a los amigos
Nueva York, Buenos Aires, 1998-1999


Cercanía del Harlem

En esta plaza brumosa, raleada,
estoy solo con los pájaros
−alas oscuras, casi quietos,
chistar agudo−.
Pasa gente con aire distraído
y gesto triste,
hamacando los hombros,
mirando hacia los árboles.
Gente sola, de sino y ropas pobres.
Caracas o Guarenas parecieran estar
a la vuelta,
pero no. Es éste el primer mundo
con sus caños oxidados
que gotean
en el patio y en los techos
y con el dolor también
(no digas que no)
entre las vértebras.
Y el murmullo, sí,
que va poblando los instantes.


Camión azul de Brooklyn

Corazón, corazón
zurcido con alambre;
alma, alma,
también zurcida;
y piernas y brazos
juntos,
aunque a veces desconexos.
Oh camión azul
de Brooklyn, detenido,
tercermundista,
¿abandonado?,
en la calle lateral
del cementerio.
Cruces, cruces,
monolitos,
detrás de la pared.
Corazón, corazón
zurcido
como un camión azul
de Brooklyn.


De Marcha de los desocupados
Buenos Aires, 2002


VI A MI PAÍS DOBLARSE...

Vi a mi país doblarse, contraerse,
de dolor y asfixia
bajo un infecto mar de propaganda.
Las gentes desoladas querían creer
en los destellos
y el país era una fiesta
próxima
en el destino ligero y cibernético.
Nadie imaginaba quedarse atrás
en el revuelo
que había traspasado los límites
innecesarios y trágicos
de la cultura de aldea,
de la economía de aldea
y de una historia
pérfida y frustrante.
Los malheridos y contusos
y hasta insomnes y excluidos
−que todo renacer
trae consigo−
eran apartados de la escena
con la cansada arrogancia
de quien aparta un trasto
o algo ya molesto.
Vi doblarse y contraerse
de dolor y asfixia
a mi país
y vi los gestos
desbocados de la absurdidad
y la inconsciencia.


De Canciones olvidadas
Buenos Aires, 1995 y 1996


El tren de las 12.50
viene por Nidia desde Bosques.
Pita entre las rancherías
y los desechos de Ardigó
estremeciendo todo.
Ella lo espera fumando
y mirando los árboles de enfrente
en el viejo andén de tierra.
Así todos los días, como un rezo.


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